Aunque lo damos por sentado, de hecho los colores tienen un gran efecto en nuestro cuerpo y mente. Si bien se ha comprobado de manera empírica a través de cientos de años, es hasta las últimas décadas que existe evidencia científica de ello.
Está más que comprobado que los colores como el rojo puede hacer que tu ritmo cardiaco se acelere ligeramente, y esto se lo debemos a los mecanismos fisiológicos con los que todos venimos equipados por naturaleza en relación a nuestra capacidad visual de detectar una gama de millones de colores.
Es ahora más que nunca, que podemos comenzar a aprender sobre los efectos visuales de los colores, que al igual que otros de nuestros sentidos como el oído que tiene además la función del equilibrio, el ojo también tiene dos funciones: la sensibilidad de la luz que es recibida por nuestra corteza visual en nuestro cerebro.
Es en esta parte de nuestro cerebro donde las imágenes que captan los ojos se empiezan a formar, y esto a su vez regula otras funciones de nuestro cuerpo como la vigilia, la temperatura corporal, el hambre, ritmo cardiaco, entre otros.
Sin embargo, sabemos que no todas las personas pueden diferenciar los colores como las personas promedio, como aquellos que parecen daltonismo, una condición que está ligada a la falta de células en la retina que captan los niveles de luz más alto, conocidos como conos. Pero incluso las personas sin daltonismo pueden tener ligeros cambios de percepción visual de acuerdo a la condición que tiene cada uno ya sea de nacimiento, edad, enfermedad, etc.
Pero no siempre estas diferencias de percepción ocurren en los ojos o el cerebro, es decir físicamente, también existen factores subjetivos, que vienen de la mente y nuestra psicología que puede estar relacionado a nuestras experiencias personales.
¿Conoces la sinestesia? es la capacidad de algunas personas de poder mezclar en su mente conceptos tan diferentes como colores, letras y números, experimentando una combinación de sus sentidos que para una persona común es muy difícil de imaginar, por ejemplo, escuchar algo que solo ellos perciben al ver un color (al ver un objeto rojo estos escuchan el ladrido de un perro salir del este, por ejemplo).
Si bien, el ser humano es complejo y cada individuo es irrepetible con sus propias percepciones y condiciones, desde muy pequeños se nos estandarizan ciertos conceptos, por ejemplo, categorizar los colores, las emociones, los objetos. Cuando alguien está llorando sabemos que está triste, sabemos que el cielo es color azul durante el día y no verde, todo porque desde antes de tener pleno uso de nuestra conciencia, nuestra sociedad así nos lo enseñó.
En pocas palabras, si a un niño de un par de años de edad se le encierra de una casa experimental toda su vida y le empiezan a decir que llorar por una pérdida es estar feliz y que el color del pasto se llama mariposa, este adoptará estos conceptos como reales y correctos, y su vida girará en torno a estos conceptos.
Del mismo modo, a pesar de nuestra gran capacidad de captar miles de colores, la forma en la que las utilizamos en el arte y cómo nos comunicamos para expresarlas, puede cambiarles de significado. Como la típica disputa entre el lila y el morado, el significado que le da cada uno y su capacidad de poderlos identificar.
Del mismo modo, cada idioma tiene su propia forma de interpretar los colores, e incluso algunos los ignoran por completo como es el caso de Warlpiri en Australia, que ni siquiera tienen un término para definir lo que es un color, en vez de eso tienen conceptos que están más ligados a las texturas, al que para nosotros son dos cosas completamente distintas.
En Japón por ejemplo, el semáforo es el mismo que en el resto de países (rojo, amarillo, verde), pero si le preguntas a un conductor este te dirá que un semáforo tiene rojo, amarillo y azul, aunque en Japón el verde es el mismo que de este lado del mundo, esto ocurre debido a una percepción que tenían hace cientos de años entre el verde y azul que ha prevalecido hasta la fecha (como buenos japoneses amantes de la tradición).
Y este fenómeno se repite en muchas partes del mundo, donde cada quien tiene su propia percepción de los colores, lo que hace que muchos turistas a veces queden confundidos por esta barrera del idioma y la cultura.