Con la llegada de los primeros teléfonos celulares compactos y baratos que estuvieron al alcance de cualquiera, se empezó a hacer común ver a gente absorta en su teléfono en cualquier esquina, incluso mientras trabajaban y conducían.
Había quienes desarrollaron la capacidad de mandar mensajes sin siquiera ver el teclado físico de los teléfonos y así poder trasladarse de forma segura por las aceras, aunque era más común tener que detenerse un momento a contestar un mensaje.
Pero luego, llegaron los teléfonos inteligentes sin botones físicos que exigieron la atención completa a la pantalla para poder textear sin cometer errores, además, ya no nos comunicábamos a través de SMS con caracteres y saldo limitados, ahora podíamos estar horas y horas enviando mensajes.
Nos hicimos cada vez más dependientes de los teléfonos, ahora resulta extraño que alguien no cargue consigo su dispositivo, sacándolo tan pronto como recibe una notificación, aunque eso signifique atender cuando se está caminando en un día concurrido.
Pero lejos del típico tema cliché de cómo nos hemos vuelto dependientes de la tecnología, hay muchos otros aspectos que vale tener en cuenta para ver la magnitud de cómo los teléfonos han cambiado incluso la forma en la que nos movemos en el mundo.
Detectan que las personas que caminan mirando al móvil entran en un trance automatizado peligroso, y nuestros instintos sociales nos han salvado
Todo mundo ha visto esos videos virales de personas cayendo en agujeros, piletas de agua o desniveles por caminar mirando el teléfono, y hasta cierto punto causa mucha risa al no tratarse de algo realmente peligroso.
Pero también hemos visto aquellos vídeos donde las personas tienden a cruzar la calle completamente absortos en su pantalla con desenlaces bastante desafortunados. Incluso, el simple hecho de estar en medio de una llamada ya disminuye la capacidad de nuestro cerebro de reaccionar rápidamente y tomar decisiones lúcidamente.
Pero todo esto básicamente lo hemos observado por experiencia, sucesos a nuestro alrededor o lo que hemos visto en internet, pero realmente sorprende que a estas alturas no exista un área disciplinaria de la ciencia que se encargue de estudiar estos fenómenos y sus consecuencias.
Pero realmente pocas personas hemos sido testigos de acontecimientos tan lamentables como los vistos en vídeo, y esto se debe mayormente gracias al poder de adaptación de nuestro cerebro que seguramente nos habrá salvado el pellejo más de una vez.
De hecho, existen ya algunas hipótesis de porqué la mayoría nos hemos salvado de diversos accidentes, y mucho tiene que ver con nuestras capacidades sociales o manada.
Es más, si volviésemos a ver de nuevo estos vídeos graciosos, notaríamos que la mayoría tiene algo en común: ocurre cuando la persona va sola o en un lugar apenas transitado.
Es aquí donde nacen dos hipótesis: nuestra capacidad de reaccionar instintivamente ante peligros gracias a algo llamada “anticipación mutua” o por “alineamiento”, que consisten en lo siguiente:
Anticipación mutua
Nuestra mente está inconscientemente al pendiente del resto de personas a nuestro alrededor, así que percibimos algo parecido al “sentido arácnido” cuando nuestra mente detecta un patrón en las demás personas, moviéndonos similares a ellos en armonía, en una especie de flujo, evitando así escalones, postes, cruzar la calle cuando el tráfico se mueve y esquivar otros obstáculos.
Alineamiento
Este consiste en un instinto de atracción hacía un potencial líder de la manada, este puede ser la persona que está justo delante de nosotros o aquel que se mueve más rápido y nos da una sensación de ir por el camino adecuado o más viable.
En contra parte, también sentimos una fuerza de repulsión instintiva que nos avisa cuando estamos peligrosamente cercanos a otras personas y así evitar la colisión, algo que difícilmente nuestra mente percibe con otros objetos o seres no humanos.
Aunque estos increíbles mecanismos sociales son bastante útiles cuando estamos distraídos, quienes han estudiado estos fenómenos en la Universidad de Tokio, aseguran que no son tan fiables cuando estamos frente a una pantalla.
Esto lo descubrieron cuando observaron a 27 voluntarios en un día bastante concurrido, identificándolos con sombreros amarillos y rojos para monitorear mejor la forma en que se desplazaban. Aquí se dieron cuenta que mientras la aglomeración podría servir como guía a los voluntarios, los que iban solos podrían correr más