La propuesta de esta misión ha venido de la Universidad de Chicago, por el físico Darryl Seligman que ha propuesto vigilar de cerca los cometes, pues ellos podrían dar claves significativas para conocer mejor nuestro sistema solar incluso desde su nacimiento.
El portal científico Planetary Science Journal, ha hecho público su artículo donde fundamente por qué la ciencia debería aprovechar al máximo los cometas, y también propone una misión espacial que tendría como protagonista a Júpiter.
El planeta gigante prácticamente ayudaría a darle asilo a un vehículo espacial que estará en constante vigilancia de lo que el mismo planeta rojo podría expulsar, ya que Júpiter suele arrojar hacia el exterior fragmentos de roca que terminan convirtiéndose en cometas que viajan por todo nuestro sistema.
Saturno, debido a su tamaño, también suele capturar Centauros, es decir, estos pedazos de roca o hielo que terminan siendo jalados por la gravedad de Saturno o Júpiter, y luego de orbitar durante cierto tiempo, esta se desprende siendo arrojado, adquiriendo cada vez más velocidad para luego crear esa increíble estela característica dos cometas.
¿Pero qué tienen de especial los centauros? Como su nombre lo sugiere de la criatura mitológica griega mitad hombre y mitad caballo, este pedazo de roca también tiene una naturaleza híbrida, mitad roca y mitad gas.
Seligman menciona que cuando un centauro es liberado, este puede atraerse hacia una nueva órbita en el interior del sistema solar, es aquí donde el hipotético vehículo espacial se lanzaría detrás del cometa hacia su nueva órbita y ver los procesos de evolución que ocurren durante este trayecto.
Esto es lo que se espera obtener de realizarse esta misión de persecución de cometas
Se sabe en términos generales que cuando un centauro se aproxima al Sol, es cuando este comienza a elevar su temperatura al grado de liberar su gases y vapores internos, incluso la misma radiación del viento solar también juega un papel importante donde la roca despliega su cola de cometa.
Los científicos esperan poder ver este proceso en tiempo real y muy de cerca, es decir, presenciarían el nacimiento de un cometa y toda la evolución que hay detrás de ella.
Seligman menciona que sería datos de gran relevancia para la comunidad científica para conocer nuestro origen como sistema solar, y para ello ya tienen al candidato perfecto. Se trata del centauro catalogado como P/2019 LD (ATLAS), apodado como LD2 para abreviar.
Esta roca aún no ha sufrido todos los cambios que vienen al alcanzar altas temperaturas pues nunca se ha aproximado lo suficiente al Sol, sin embargo, estiman que está dotado de características similares a un sistema solar bastante primitivo.
Con una anchura de 12.8 kilómetros, el LD2 se encuentra actualmente orbitando pacíficamente en Júpiter, y su comportamiento ha sido ya bastante monitoreado como para predecir su desprendimiento en la década de 2060, donde empezaría su travesía hacia el interior del sistema solar.
En su trabajo de investigación Seligman menciona que los costes de enviar un vehículo espacial serían relativamente baratos, y que incluso un lanzamiento en el año 2061 sería perfecto para poder capturar el momento preciso de la evolución de LD2 una vez siendo expulsado por Júpiter.
Para persuadir posiblemente a la NASA para tomar su proyecto, también han adjuntado pruebas de misiones que ya han llegado a Júpiter en tiempos y costes factibles, como es el caso de Juno que llegó a la órbita del gigante gaseoso en agosto de 2011.
Además, la tecnología requerida para la persecución y observación del centauro tampoco es nada novedosa, como lo hemos observado en la sonda espacial OSIRIS-Rex que pudo perseguir y alcanzar al asteroide Bennu para extraer muestras.
La nave espacial robótica japonesa, Hayabusa 2, es otro ejemplo de tecnología de exploración espacial que pudo recolectar muestras del asteroide Ryugu con éxito en 2010 luego de siete años desde su lanzamiento.
Así que en pocas palabras, no habría excusa para no lanzar esta misión haciendo uso de tecnología y datos ya existentes, así que tal vez dentro de un tiempo podríamos escuchar a grandes como la nasa o SpaceX (y tal vez empresas emergentes espaciales), anunciar esta misión con la impresionante tecnología más avanzada que debería estar disponible en 40 años.
¿Cómo un asteroide viajero podría darnos respuestas sobre el origen de nuestro sistema solar?
La Teoría Nebular, es la hipótesis sobre la formación del sistema solar más aceptado hasta el momento, el cual sugiere un gran evento ocurrido hace 4.600 millones de años cuando una gran nebulosa se contrajo a sí mismo por su propia gravedad causando un gran colapso.
Toda esta masa colapsada se empezó a unificar en su centro hasta formar el Sol, a su alrededor giraría una especie de disco del mismo material que con el paso del tiempo y la influencia del Sol, comenzaron a tomar diferentes formas como planetas, satélites, asteroides y otros cuerpos más pequeños que aún forman parte del sistema solar.
Esta hipótesis formulada en el siglo XVIII por Immanuel Kant, Pierre-Simon Laplace y Emanuel Swedenborg que ha sido pulido con el paso de los años y los nuevos conocimientos más modernos, entonces nos diría que los asteroides que aún circundan en nuestro espacio y que con frecuencia otros planetas, como el nuestro, a veces atrapan con su gravedad, son de hecho pedazos de ese gran evento.
Estos asteroides aún están girando íntegros alrededor del Sol, específicamente entre Marte y Júpiter es donde encontramos el Cinturón de Asteroides, la fuente de todas esas noticias que recibimos con frecuencia con relación a “asteroides que se acercarán peligrosamente a la Tierra” que encontramos en internet.
El primer asteroide bien documentado fue Ceres, recolectado en 1801 que se dice proviene del Cinturón de Asteroides, pero debido a su enorme tamaño, incluso se le llegó a considerar un planeta enano debido a su forma esférica.
Debido a la ubicación del Cinturón de Asteroides muy cercana a Júpiter, estas invaden parte de su órbita convirtiéndose en “troyanos”, adoptando también su velocidad de rotación alrededor del Sol en varios grupos.
La Tierra también ha tenido este efecto en asteroides que se han liberado de Júpiter y han llegado hasta este punto, girando por algunos días o meses alrededor de nuestro planeta hasta que también los liberamos, a estos se les conoce como asteroides NEA.
Como mencionamos antes, los asteroides que se van acercando demasiado al Sol llegan a cambiar su química y física liberando gases y encendiéndose en una gran llama flotante que conocemos como cometas.
La misión de los científicos es perseguir un asteroide lo más íntegro del Cinturón de Asteroides que posiblemente aún contengan propiedades muy antiguas e intactas que nos confirmen si realmente nuestro sistema solar fueron parte de una nebulosa, qué clase de elementos hay en ella.
Por ejemplo, es asteroide Ryugu que fue perseguido por Japón para sacar una muestra de su superficie obtuvo impresionantes resultados, al ser el primer asteroide con propiedades de condritas carbonáceas, con un color y estructura oscura, porosa y frágil.
Esto da una idea que Ryugu pudo haber sido formado por escombros unidos por gravedad y no nació como un fragmento desprendido por alguna colisión. Comparándolo con otros asteroides, se podría tener una idea de cuáles efectivamente han sido formados en la etapa primitiva del sistema solar.
Además de recolectar datos del origen del sistema, también se podría empezar a catalogar mejor en cuestiones de resistencia del material durante el ingreso a nuestra atmósfera, de ese modo saber mejor qué asteroide representa realmente una amenaza.
Incluso perseguir asteroides podría llevarnos un paso más adelante hacia el origen de la vida en nuestro planeta, considerando que los meteoritos más primitivos de nuestro sistema son ricos en materia orgánica, y aquellos más nuevos pudieron haber traído elementos de otros cuerpos de donde se separaron por colisión.
Tan solo el ejemplo de Ryugu, es un cometa bastante raro, se estima que de los 65.000 meteoritos que hemos conocido en nuestro planeta, y de las 1.200 que han caído en nuestra superficie, solo 51 tienen las propiedades de elementos de carbono en ellas.
Hay todo un mundo de asteroides allá afuera que podrían tener sus propias características muy diferentes, de diferentes densidades, composición, textura y más, lo que abre un enorme cofre de conocimientos listos para ser descubiertos.
Actualmente el asteroide Bennu que está siendo examinado por la misión de la NASA, OSIRIS-REX en 2020, nos traerá muestras para ser examinadas apenas el próximo año, sin duda una noticia que merece la pena seguir.